A menudo caminamos por la vida mirando hacia abajo, pendientes de las pantallas de nuestros teléfonos o del pavimento que pisamos,
ignorando el espectáculo gratuito y en constante cambio que sucede justo encima de nuestras cabezas. El cielo es un lienzo dinámico, una pizarra donde la atmósfera escribe sus intenciones con tinta blanca de vapor de agua. Para el profano, todas las nubes pueden parecer iguales o simplemente clasificarse en "las bonitas" y "las que traen lluvia". Sin embargo, aprender a distinguir sus formas es como aprender un nuevo idioma: de repente, el cielo empieza a hablarte y a contarte qué va a pasar en las próximas horas.
La clasificación moderna de las nubes se la debemos a un farmacéutico británico llamado Luke Howard, quien, a principios del siglo XIX, decidió poner orden en el caos celestial. Howard utilizó el latín, el idioma de la ciencia de la época, para nombrar las formas básicas. Su sistema fue tan genial y simple que lo seguimos usando hoy en día. Básicamente, solo necesitas recordar cuatro palabras latinas para entender casi todo lo que ves arriba: Cumulus (cúmulo o montón), Stratus (estrato o capa), Cirrus (cirro o rizo de pelo) y Nimbus (nimbo o lluvia). Combinando estos términos, podemos descifrar el menú del día atmosférico.
Comencemos por la parte más alta de la atmósfera, el ático del mundo, situado a más de seis mil metros de altura. Allí viven los Cirros. Son esas nubes delicadas, finas y blancas, que parecen pinceladas sueltas o cabellos de ángel. A esa altura hace tanto frío que estas nubes no están formadas por gotas de agua, sino por cristales de hielo. Si ves el cielo lleno de estas fibras blancas, como si alguien hubiera arañado el azul, el tiempo suele ser bueno, pero cuidado: a menudo son la avanzadilla de un frente que se aproxima. Son los mensajeros que anuncian cambios a medio plazo.
Bajando un poco, en el piso intermedio (entre dos mil y seis mil metros), encontramos a la familia de los "Alto". Aquí es donde la cosa se pone interesante. Los Altocúmulos son esas nubes que forman el famoso "cielo empedrado" o "borreguitos". Parecen pequeñas bolitas de algodón alineadas o en grupos. El refranero popular no se equivoca cuando dice "cielo empedrado, suelo mojado". Su presencia suele indicar inestabilidad y es muy probable que el tiempo empeore en las próximas horas. Por otro lado, los Altostratos son como un velo grisáceo y aburrido que cubre todo el cielo, dejando ver el sol solo como una mancha difusa, como si lo miraras a través de un vidrio esmerilado. Si ves esto, prepara el paraguas, porque la lluvia fina suele venir detrás.
En el piso bajo, el más cercano a nosotros, reinan los Estratos. Son las nubes menos fotogénicas. Imagina una manta gris, pesada y uniforme que cubre la ciudad y le da al día un tono triste. Eso son los estratos. Cuando estas nubes tocan el suelo, las llamamos niebla. No suelen traer lluvias fuertes, pero sí esa llovizna molesta que cala los huesos.
Pero si hablamos de espectáculo y drama, tenemos que hablar de las nubes de desarrollo vertical. Aquí es donde encontramos al rey de los cielos: el Cumulonimbus. Todo empieza inocentemente con un Cúmulo, esa típica nube de dibujos animados, blanca, esponjosa y con base plana, que parece un copo de nata flotando en un día soleado de verano. Son las nubes del buen tiempo. Pero si la atmósfera está inestable y hace calor, ese inocente cúmulo empieza a crecer. Y crece rápido.
Se hincha hacia arriba como una torre o una montaña burbujeante. Cuando alcanza la parte más alta de la troposfera y no puede subir más, se aplana por arriba adquiriendo forma de yunque. En ese momento ha nacido el Cumulonimbus, la madre de todas las tormentas. Es una bestia termodinámica capaz de desatar granizo, rayos, truenos y aguaceros torrenciales. Los pilotos de avión las evitan a toda costa, rodeándolas por kilómetros, porque en su interior los vientos son feroces. Ver crecer una de estas nubes es presenciar la potencia bruta de la naturaleza en acción.
Entender las nubes nos reconecta con el entorno. Ya no es solo "hace sol" o "está nublado". Ahora es un cielo lleno de Cirros que nos avisan de viento en altura, o unos Estratos que nos invitan a quedarnos en casa con un libro. La próxima vez que salgas a la calle, tómate un segundo para levantar la vista. Quizás descubras que, mientras todos corren ignorantes bajo la lluvia, tú ya habías leído la advertencia escrita en el cielo horas antes.
