En el tramo de costa que une Getxo y Sopelana el turismo activo no es un añadido reciente, sino casi una forma de entender el territorio.
Entre acantilados verdes, playas abiertas al Cantábrico y barrios residenciales que miran al mar, se ha tejido en los últimos años una oferta deportiva que va mucho más allá del simple paseo marítimo. Aquí el visitante llega con toalla y cámara de fotos, pero también con tabla, casco, arnés o remo.
El surf es, sin duda, la puerta de entrada para muchos. Sopelana, con sus arenales de Atxabiribil y Barinatxe, aparece en las guías especializadas como uno de los escenarios clásicos del norte para aprender a deslizarse sobre las olas, con varios picos y fondos de arena que facilitan la progresión de los principiantes. Escuelas de surf, alquiler de material y cursos intensivos llenan la franja de verano, mientras que en otoño e invierno son los surfistas locales y los viajeros más expertos quienes buscan los mares potentes que llegan del Atlántico.
La panorámica desde los acantilados revela otro protagonista del paisaje: las velas de colores del parapente. El vuelo biplaza sobre los cortados de La Salvaje y Azkorri se ha consolidado como una de las actividades al aire libre mejor valoradas por quienes visitan Getxo y Sopela, hasta el punto de figurar entre las experiencias estrella de la zona en portales internacionales. Empresas especializadas ofrecen bautismos de vuelo y cursos de iniciación, aprovechando los vientos de norte que, en los días buenos, permiten planear durante minutos frente a un balcón natural abierto hacia el abra de Bilbao, la costa de Uribe Kosta e incluso la silueta de Gorbea en el interior.
Para quienes prefieren el mar en formato tranquilo, el kayak y el paddle surf han encontrado su espacio en el abra exterior y en las rías próximas. Desde el puerto deportivo de Getxo salen excursiones guiadas en piragua que recorren el entorno de Arriluze, el muelle de Churruca o la bocana del puerto, combinando ejercicio moderado y una lectura distinta del paisaje urbano y portuario.(getxokayaka.es) Más al este, en dirección a Plentzia, empresas locales proponen rutas de paddle surf para descubrir la costa y sus calas desde el agua, en salidas de unas dos horas pensadas tanto para grupos de amigos como para familias.
La franja de acantilados que une Getxo, Sopelana y Barrika se ha convertido también en un pequeño paraíso para senderistas y corredores de trail. Itinerarios señalizados permiten enlazar playas como Arrigunaga, Azkorri y Barinatxe, atravesar Punta Galea o acercarse a los flysch y calas escondidas de la zona, en paseos de media jornada aptos para un público muy amplio. Algunos operadores combinan estas rutas a pie con el propio vuelo en parapente, en propuestas “costa 360” que prometen conocer el paisaje primero caminando y después desde el aire.
La bicicleta, por su parte, ha encontrado en Uribe Kosta un terreno de juego variado. Desde Algorta parten rutas BTT y de gravel que serpentean por la costa hacia Sopelana, Barrika y la bahía de Plentzia, mezclando senderos junto al acantilado con pistas interiores que se adentran en pequeños valles y bosques.(Wikiloc | Rutas del Mundo) Las mismas carreteras secundarias que llevan al visitante hasta el faro de Gorliz o al castillo de Butrón son escenario habitual de cicloturistas que aprovechan la cercanía a Bilbao para hacer escapadas de día.
Esta explosión de propuestas de turismo activo se ha tejido, en buena medida, sobre un discurso de sostenibilidad. Varias de las empresas implicadas presumen de trabajar con grupos reducidos, de fomentar el respeto al medio marino y de alinearse con los objetivos de la Agenda 2030, especialmente en el caso de las actividades escolares en kayak o en rutas interpretativas por los acantilados.(getxokayaka.es) Al mismo tiempo, los ayuntamientos de Getxo y Sopela tratan de ordenar los usos de playas y caminos para evitar masificaciones que puedan deteriorar un entorno tan frágil como atractivo.
El resultado, de momento, es una costa que ha logrado diversificar su oferta sin perder autenticidad. A media tarde, no es extraño ver en el mismo horizonte a surfistas apurando la última serie de olas, parapentes flotando frente a los prados de Punta Galea, ciclistas que regresan hacia Algorta por pistas polvorientas y grupos de kayak entrando de nuevo en el puerto deportivo. Todo ello a menos de media hora del Guggenheim y del bullicio urbano de Bilbao.
Getxo y Sopelana se consolidan así como un laboratorio de turismo activo a escala humana, donde el visitante puede encadenar en pocos kilómetros mar, aire y tierra, deporte y gastronomía, adrenalina y sosiego. Un destino que, más que vender experiencias aisladas, invita a construir un relato completo de viaje en torno a un paisaje costero que sigue siendo el gran protagonista.
