Cuando en julio de 1999 el Mundial de parapente de Bramberg y Neukirchen, en el valle de Pinzgau, se dio por no válido por culpa del mal tiempo,
el ambiente en la comunidad de vuelo libre era de frustración y de cierta preocupación. Después de Castejón de Sos 1997, que había ofrecido mangas largas y vibrantes, el regreso a Austria prometía un gran espectáculo en uno de los valles más clásicos de cross del país. Pero la meteorología se encargó de frustrar las expectativas: demasiados días inservibles, demasiadas mangas canceladas y, al final, un campeonato que la FAI decidió no homologar.(fai.org)
Ese “no válido” dolió. No solo porque dejaba a los pilotos sin título mundial que anotar en su palmarés, sino porque abría dudas sobre la capacidad del circuito para garantizar campeonatos de referencia en un deporte tan dependiente de la atmósfera como el parapente. En los cafés de aterrizaje y en los boletines de las asociaciones se hablaba de reglamentos, de mínimos de mangas, de ventanas de fechas demasiado optimistas para climas caprichosos como el alpino. Bramberg y Neukirchen quedaban así inscritos en la historia como el segundo Mundial austríaco abortado, después del pionero de Kössen 1989, también no validado.(old.fai.org)
El peso de esa herencia lo soportó el Mundial que vino después: Granada 2001. La FAI y la comisión de vuelo libre necesitaban un evento impecable, capaz de disipar la sombra de los campeonatos anulados y de ofrecer, por fin, una secuencia estable en el palmarés. La elección de la provincia andaluza no fue casual. Las laderas y relieves en torno a la capital, con la Sierra Nevada asomando en el horizonte y una meteorología más generosa en verano que la de los Alpes, ofrecían un escenario prometedor para volar muchos días, con térmicas potentes y recorridos amplios.
Según el listado oficial de campeones de la FAI, Granada figura como sede del Mundial de 2001, el inmediatamente posterior a Bramberg-Neukirchen.(fai.org) Allí se escribiría una de las páginas más sólidas del parapente de competición: Luca Donini se proclamó campeón del mundo en la general masculina, por delante de Christian Tammeger y Olivier Rossel, mientras que la danesa Louise Crandal se llevó el título femenino. En la clasificación por equipos, Suiza volvió a imponer su tradicional fortaleza, seguida de Alemania e Italia.(fai.org)
Pero más allá de los nombres propios, lo que estaba en juego en Granada era la credibilidad del formato mundialista. La organización se volcó en sacar adelante un calendario de mangas que evitara el fantasma de la invalidez. Las crónicas posteriores recuerdan un campeonato exigente, con varias pruebas válidas, recorridos que combinaban la meseta granadina, las estribaciones de Sierra Nevada y los valles más bajos hacia el oeste, y una meteorología que, aunque no exenta de días difíciles, permitió disputar suficiente número de tareas como para blindar el resultado final.
Para los pilotos que venían con el sabor amargo de Austria todavía reciente, el contraste fue notable. Donde en Bramberg y Neukirchen habían pasado jornadas mirando al cielo tapado y esperando partes que nunca mejoraban, en Granada encontraban térmicas generosas, techos respetables y la sensación de que, por fin, el Mundial se decidiría en el aire y no en las mesas de la comisión técnica. El recuerdo del “invalid” austríaco era omnipresente en los corrillos, pero a medida que avanzaban las mangas y se consolidaban los resultados, esa herida empezaba a cicatrizar.(doksi.net)
El campeonato de 2001 también marcó una transición tecnológica. Las velas ya estaban lejos de las formas casi primitivas de principios de los noventa. Las EN de alto rendimiento de entonces (aunque con otra nomenclatura) presentaban alargamientos más ambiciosos, perfiles más afinados y prestaciones que permitían planear grandes distancias entre térmicas. Los arneses empezaban a generalizar protecciones más eficaces y diseños más envolventes, mientras los primeros GPS dedicados al vuelo se consolidaban como herramienta básica para la verificación de recorridos y la táctica en carrera.
En ese contexto, la victoria de Donini y el papel protagonista de las selecciones alpinas confirmaban que el eje tradicional del parapente de competición seguía en Europa, pero el mapa de participantes se ampliaba ya hacia América Latina y Asia, preludio de la globalización definitiva del circuito en las décadas siguientes.(fai.org)
Mirado con la perspectiva que dan los años, el Mundial que siguió al de Bramberg-Neukirchen fue mucho más que “el de Granada”. Representó la recuperación de la normalidad competitiva, la prueba de que el formato era viable si se elegían bien los lugares y las fechas, y el punto de partida de una nueva etapa en la que los mundiales de parapente encadenarían sedes como Larouco, Governador Valadares, Manilla o Valle de Bravo sin volver a tropezar con la piedra de la invalidez meteorológica.(fai.org)
Bramberg y Neukirchen quedaron como advertencia en la memoria colectiva del vuelo libre. Granada, como el campeonato que cerró esa página incómoda y devolvió al Mundial el peso deportivo que los pilotos reclamaban. Entre uno y otro se tendió un puente delicado, hecho de reglamentos mejorados, de elección cuidadosa de sedes y de un aprendizaje inevitable: en parapente, la atmósfera manda, pero la historia la escriben quienes consiguen volar cuando, donde y como toca.
