El paracaídas de emergencia en parapente es el último recurso, ese plan B que casi nunca se usa
pero que, llegado el caso, debe abrir, estabilizar y frenar sin titubeos. Que lo haga o no depende menos de la suerte que del mantenimiento. Revisiones periódicas, pliegues correctos, almacenamiento adecuado y una cadena de montaje en el arnés sin puntos débiles marcan la diferencia entre un susto controlado y una tragedia. A continuación, una guía práctica —con mirada periodística y vocación didáctica— sobre cómo cuidar correctamente este equipo crítico.
El calendario que no se negocia
La pauta general del sector es clara: replegar cada seis meses, incluso si no se ha volado o el paracaídas no ha salido de su contenedor. ¿Por qué? Porque la compresión, la humedad ambiental y la electricidad estática “pegan” los paños y endurecen las gomas, ralentizando la apertura. Si vuelas en ambientes húmedos, costa o montaña con cambios bruscos de temperatura, reduce ese intervalo a cuatro meses. Y, por supuesto, cualquier aterrizaje acuático, en nieve pesada o una caída al suelo con contenedor abierto obligan a un desmontaje completo, lavado (si procede) y replegado inmediato.
El día de la revisión: del asa al último hilo
Empieza por lo obvio que tantos pasan por alto: el asa de extracción. Debe estar firmemente anclada a su punto del arnés, con costuras sin hilos sueltos y un pasaje limpio para la mano. Sigue por las agujas o pasadores de cierre y las bandas elásticas: gomas cuarteadas o cedidas son una invitación al bloqueo. Revisa el cordino del “closing loop”; si está pelado o blanco por fatiga, cámbialo. Comprueba el maillón o enlace del bridaje al arnés (o al yugo en arneses con conexión en hombros): que no haya aristas, corrosión ni apriete deficiente. Si usas “soft links”, mira abrasiones y respeta el par de cierre indicado por el fabricante.
Una vez fuera del contenedor, extiende el conjunto en un suelo limpio y sin viento. Pasa la mano por todo el bridaje hasta la calabaza: nudos, fundas cortadas o zonas “aplastadas” por calor indican sustitución. En la calabaza y en el tejido, busca microcortes, zonas brillantes (desgaste por roce), costuras abiertas y paneles con diferencia de color que delate envejecimiento UV. No uses disolventes ni detergentes agresivos; si hubo contacto con agua salada, enjuaga con agua dulce y seca a la sombra, sin calor directo.
El arte de plegar bien
Cada modelo tiene su manual y, en paracaídas cuadrados, redondos o Rogallo, los pasos importan. Resiste la tentación de “plegar por intuición”. Respeta el sentido de las bocas, la posición de las bandas y la secuencia de compactado. En paracaídas modernos, el objetivo es una apertura rápida y simétrica; un pliegue que invierta paneles o retuerza bocas puede alargar la inflación crítica. Usa gomas de calidad recomendadas —ni resecas ni demasiado tensas— y evita comprimir “a muerte” para encajar en un contenedor pequeño: si necesitas un pisapapeles, quizá te has equivocado de volumen. Un truco útil es hacer una “prueba de soplado” suave para comprobar que las bocas quedan libres antes del cierre.
Contenedor y compatibilidad: el matrimonio invisible
No todos los paracaídas encajan bien en todos los arneses. El volumen del paquete, el recorrido del asa, la orientación de la salida y los pasacintas determinan la compatibilidad. Si al cerrar notas que las agujas entran forzadas, si el asa queda escondida o si el paquete “baila” dentro, corrige. El test clave es la extracción en tierra: con casco y guantes, simula un lanzamiento real desde el arnés. El asa debe salir sin engancharse, el paquete debe abandonar la caja sin quedarse “pillado” y el bridaje no puede rozar cantos vivos. Repite el test tras cualquier cambio de arnés, contenedor ventral o modificación de accesorios (variómetro, bolsa de agua, cockpits). Mejor descubrir un bloqueo en el hangar que en la cascada de aire.
Tipos de paracaídas y matices de mantenimiento
Los redondos clásicos suelen ser robustos y tolerantes al pliegue, pero revisa el centro y las bocas por cargas repetidas. Los cuadrados de descenso estable (PND) agradecen un plegado meticuloso de bocas y esquinas para garantizar apertura rápida. Los Rogallo y dirigibles añaden líneas y simetrías: cualquier torsión en el plegado penaliza la capacidad de giro y el tiempo de inflación. En todos, el tejido envejece: muchos fabricantes establecen vida útil técnica (por ejemplo, 10 años) condicionada al estado. Lleva un registro de revisiones, incidencias y horas de vuelo del sistema.
Almacenamiento: enemigo número uno, la humedad
Entre vuelos, guarda el paracaídas en un lugar seco y ventilado. Evita techos de furgoneta, trasteros húmedos o proximidad a combustibles y aceites. La bolsa transpirable es mejor que el plástico; el sol directo, nunca. Si vuelas varios días seguidos, dale aire por la noche fuera del contenedor para que la humedad salga del tejido. En invierno, cuidado con los cambios bruscos del coche al despegue: la condensación moja sin que lo veas.
Entrenamiento y cultura de seguridad
Mantener también es practicar. Participar en lanzamientos simulados en club o en piscina (con material específico) ayuda a automatizar el gesto. Si haces cursos SIV, pacta con el instructor pruebas de extracción real en vuelo sólo con protocolo claro y altura de seguridad. Recuerda: lanzar pronto es más seguro que “pelear” una vela descompuesta hasta el suelo. Tras cualquier apertura, el paracaídas merece una revisión profunda y, probablemente, un cambio de gomas y plegado completo.
Errores frecuentes que cuestan segundos
Los clásicos: gomas viejas, paquetes “demasiado bonitos” y compactos que tardan en abrir, asas mal fijadas que se quedan en la mano, maillones mal apretados, contenedores saturados con chubasqueros o bolsas extra, y bridas rozando el borde del asiento. Añade a la lista no registrar la última fecha de plegado: seis meses pasan volando.
Cuándo acudir a un profesional
Aunque muchos pilotos aprenden a plegar, una revisión anual por un técnico cualificado aporta una mirada fresca y detecta vicios. Es especialmente recomendable tras inmersión en agua salada, tras una apertura, si el equipo tiene más de cinco años o si has cambiado de arnés. Lleva siempre el manual del paracaídas y del arnés: el profesional seguirá esas instrucciones, no “un método universal”.
El mantenimiento correcto del paracaídas de emergencia es disciplina y método: calendario de replegado, inspección minuciosa, plegado conforme a manual, compatibilidad probada con el arnés, almacenamiento cuidadoso y práctica de extracción. No hay glamour en ello, pero sí hay seguridad. Y en vuelo libre, la seguridad es el único lujo que nunca pasa de moda.