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La evolución del parapente como aeronave ligera ha estado marcada por constantes innovaciones técnicas

que han permitido mejorar la seguridad, el rendimiento y la durabilidad de las alas. Entre estos avances destaca la incorporación de sables o varillas, elementos estructurales que, aunque discretos a simple vista, desempeñan un papel crucial en el comportamiento aerodinámico de los parapentes modernos. Su historia refleja la transición desde diseños rudimentarios hacia equipos cada vez más sofisticados y eficientes.

En los primeros años del parapente, a finales de la década de 1970 y principios de los ochenta, las alas derivaban directamente de paracaídas modificados. Eran estructuras blandas, con un perfil muy poco definido y sin soporte interno más allá de las líneas de suspensión. El rendimiento era limitado, los despegues complicados y la velocidad reducida. A medida que el deporte creció, los fabricantes comenzaron a experimentar con formas más estilizadas, inspiradas en la aerodinámica de las alas delta y de los planeadores. En ese contexto surgió la necesidad de dar rigidez a la entrada del perfil y mantener una forma estable durante todo el rango de vuelo.

Fue en la década de los noventa cuando comenzaron a popularizarse las primeras varillas plásticas insertadas en los bordes de ataque. Estas pequeñas piezas, generalmente de nailon o materiales flexibles similares, ayudaban a mantener abierta la boca de las celdas, facilitando los inflados y mejorando la presión interna. Aunque rudimentarias, representaron un salto adelante respecto a los diseños anteriores, al reducir plegadas inesperadas y aumentar la seguridad general del vuelo.

La siguiente revolución llegó con la utilización de sables más largos y resistentes, fabricados con materiales como fibra de vidrio y posteriormente varillas de carbono. Estos refuerzos permitieron estabilizar no solo la entrada del perfil, sino también zonas más amplias de la vela. Gracias a ello, los parapentes pudieron reducir el número de suspentes, lo que trajo como consecuencia una menor resistencia parásita y un notable aumento en la eficiencia aerodinámica. La combinación de ligereza y rigidez convirtió a los sables en un componente esencial para los modelos de alto rendimiento, especialmente en la competición y en el vuelo de distancia.

Con la llegada del nuevo milenio, la investigación se centró en optimizar el peso y la flexibilidad de estos elementos. Aparecieron las varillas de plásticos técnicos como el nitinol o el acetal, capaces de recuperar su forma tras ser doblados o comprimidos. Esta propiedad facilitó el plegado de las velas para su transporte sin comprometer la durabilidad. Los fabricantes empezaron a incluir complejas configuraciones de varillas cortas y largas, distribuidas estratégicamente en el borde de ataque y en el extradós, diseñadas para mejorar la estabilidad en turbulencia y mantener la homogeneidad del perfil en todo momento.

En la actualidad, la mayoría de los parapentes, desde los destinados a principiantes hasta los biplazas profesionales, incluyen algún tipo de refuerzo con sables o varillas. En los modelos de iniciación suelen ser discretos y de materiales flexibles, orientados a facilitar los inflados y la seguridad pasiva. En las velas de competición, por el contrario, se utilizan diseños más sofisticados, con largas varillas de carbono que recorren varias celdas, permitiendo perfiles extremadamente finos y un planeo superior. Estos avances han hecho posible que los parapentes de alto rendimiento alcancen velocidades y tasas de planeo que rivalizan con alas delta ligeras.

El uso de sables también ha generado debates en torno a la homologación y la seguridad. Algunos críticos señalan que la rigidez excesiva puede incrementar las consecuencias de una plegada violenta, mientras que los defensores argumentan que precisamente la presencia de varillas reduce las probabilidades de colapso. Las normativas europeas, como la EN, han incorporado estos elementos en sus pruebas de certificación, reconociendo su papel fundamental en el diseño contemporáneo.

Otro aspecto relevante es la sostenibilidad y el reciclaje. Los fabricantes buscan materiales que, además de ser ligeros y resistentes, tengan menor impacto ambiental. Algunos ensayan combinaciones de plásticos reciclables con propiedades similares a las del carbono, aunque por ahora el reto es mantener la relación entre peso, rigidez y durabilidad.

Los sables y varillas en los parapentes representan una de esas innovaciones que, sin ocupar titulares rimbombantes, han transformado de forma radical el deporte del vuelo libre. Su historia está ligada a la mejora de la seguridad y el rendimiento, y su actualidad refleja la búsqueda constante de equilibrio entre tecnología, ligereza y respeto por el medio ambiente. Hoy resultan imprescindibles para cualquier piloto, desde el que se inicia en una escuela hasta el competidor que vuela en la élite mundial. Su presencia silenciosa en las velas es la mejor prueba de cómo la ingeniería puede hacer del sueño de volar una experiencia más segura, eficiente y apasionante.

Parapente Sopelana

Desde los inicios del deporte del parapente, Parapente Sopelana ha estado ahí, con los pioneros. Décadas de trabajo que hacen de nuestro proyecto una magnífica elección si quieres descubrir el vuelo biplaza en el paraiso de las playas de Sopelana. Tanto si quieres dar un excitante paseo, como si quieres profundizar más en el mundo del vuelo libre, Parapente Sopelana está aquí para atenderte, aconsejarte, acompañarte. Siempre con los mejores profesionales y en total seguridad.

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