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Las homologaciones históricas del parapente: de los primeros vuelos a la seguridad moderna

 

El parapente, tal como lo conocemos hoy, es el resultado de décadas de evolución técnica y normativa. Desde los primeros vuelos experimentales en los años 80 hasta las homologaciones más exigentes de la actualidad, la historia de las certificaciones en este deporte refleja una búsqueda constante de equilibrio entre rendimiento y seguridad.

En sus orígenes, el parapente era poco más que un paracaídas modificado. Los pioneros del vuelo libre, inspirados por los avances en el paracaidismo y el vuelo en ala delta, comenzaron a utilizar velas redondas que poco a poco se fueron aplanando para permitir un mejor planeo. En aquel entonces no existían normas claras ni organismos que supervisaran la calidad y seguridad de los equipos. Cada fabricante experimentaba con nuevos diseños, y los pilotos aceptaban riesgos considerables para explorar los límites de las nuevas alas.

La necesidad de una homologación llegó con el crecimiento exponencial del deporte a finales de los años 80 y principios de los 90. Los accidentes provocados por fallos en el diseño o por comportamientos inesperados de las alas despertaron las alarmas en la comunidad. En Europa, los organismos nacionales comenzaron a plantear la necesidad de un marco regulador que estableciera estándares mínimos de seguridad para los parapentes comercializados.

Uno de los hitos clave fue la creación del Norme Française de Sécurité (NFS) en Francia, un protocolo de pruebas desarrollado por la Fédération Française de Vol Libre (FFVL). Este sistema sometía las alas a maniobras controladas para evaluar su comportamiento en situaciones extremas, como plegadas asimétricas o frontales. Las velas que superaban las pruebas obtenían la certificación NFS, lo que ofrecía cierta garantía a los pilotos sobre su fiabilidad.

A mediados de los años 90, la homologación DHV (Deutscher Hängegleiterverband e.V.), desarrollada en Alemania, se convirtió en uno de los sistemas de referencia a nivel mundial. La DHV clasificaba las alas en tres categorías: DHV 1 (para principiantes), DHV 1-2 (para pilotos intermedios) y DHV 2-3 (para pilotos experimentados). Las pruebas incluían simulaciones de colapsos, giros y recuperaciones, y eran realizadas por pilotos de prueba experimentados en condiciones controladas.

En paralelo surgió en Suiza el estándar SHV, mientras otros países europeos empezaron a adoptar sus propias variantes. Esta fragmentación llevó a la necesidad de unificar criterios. Así nació la EN (European Norm), conocida como EN 926, que desde principios de los 2000 se convirtió en la homologación predominante en Europa y gran parte del mundo. El estándar EN dividió las alas en categorías A, B, C y D, siendo la A la más accesible para principiantes y la D destinada a pilotos expertos.

Las pruebas EN se diseñaron para ser más representativas de situaciones reales de vuelo. Además, priorizaban la seguridad pasiva, evaluando la tendencia de la vela a recuperar un vuelo estable sin intervención del piloto. Este enfoque hizo que muchos fabricantes optimizaran sus diseños para superar las pruebas con resultados favorables. Sin embargo, también provocó críticas: algunos expertos señalaron que las alas podían comportarse bien en los ensayos estandarizados pero mostrar reacciones más críticas en condiciones fuera del protocolo.

En años recientes, surgieron nuevas propuestas para mejorar la evaluación, como las pruebas CCC (Competition Class Certification), destinadas a velas de alto rendimiento usadas en competiciones. Estas alas, por sus prestaciones extremas, quedaron fuera de las categorías estándar y requieren una certificación específica que reconoce su uso exclusivo por parte de pilotos altamente experimentados.

Hoy en día, la homologación de parapentes es un proceso complejo que involucra pruebas dinámicas, análisis de materiales y simulaciones en software avanzado. Los organismos como Air Turquoise en Suiza y Para-Test en Alemania se encargan de aplicar las normativas EN y CCC, ofreciendo a los pilotos la tranquilidad de saber que vuelan con un equipo testado y aprobado.

La historia de las homologaciones en el parapente no solo es un recorrido técnico, sino también una lección de cómo un deporte joven puede madurar gracias a la colaboración de fabricantes, pilotos, federaciones y organismos reguladores. Lo que comenzó como una aventura arriesgada se ha transformado en una disciplina con estándares de seguridad comparables a otros deportes aéreos.

Sin embargo, la homologación no elimina todos los riesgos. Los expertos insisten en que, además de confiar en el sello de certificación, los pilotos deben formarse continuamente y volar dentro de sus límites. Como dicen muchos veteranos del parapente: “El mejor paracaídas es una cabeza bien amueblada”.

Parapente Sopelana

Desde los inicios del deporte del parapente, Parapente Sopelana ha estado ahí, con los pioneros. Décadas de trabajo que hacen de nuestro proyecto una magnífica elección si quieres descubrir el vuelo biplaza en el paraiso de las playas de Sopelana. Tanto si quieres dar un excitante paseo, como si quieres profundizar más en el mundo del vuelo libre, Parapente Sopelana está aquí para atenderte, aconsejarte, acompañarte. Siempre con los mejores profesionales y en total seguridad.

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