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Una comparativa del impacto económico en la era de la experiencia

Por: Laura Montenegro – Corresponsal de Turismo y Economía

En la actualidad, el turismo ya no se limita a tumbonas bajo el sol y visitas guiadas por monumentos históricos. Una nueva corriente, conocida como turismo activo, ha emergido con fuerza, proponiendo una experiencia más inmersiva y dinámica. Senderismo, ciclismo, barranquismo, escalada, kayak o vuelo en parapente son solo algunas de las actividades que componen este modelo en auge, que no solo transforma la manera en que viajamos, sino que también está empezando a reconfigurar el impacto económico del turismo a nivel local y global.

Pero ¿cómo se compara económicamente este nuevo modelo con el turismo convencional, centrado en paquetes cerrados, estancias en hoteles y actividades culturales o de relax? La respuesta no es sencilla, pero los datos y tendencias actuales permiten afirmar que el turismo activo está aportando beneficios económicos más distribuidos y sostenibles, especialmente en zonas rurales y de interior.

Turismo Convencional: Alta concentración de ingresos

Durante décadas, el turismo convencional ha sido el pilar económico de muchas regiones costeras y capitales europeas. Su modelo, basado en grandes flujos de visitantes, genera ingresos masivos pero altamente concentrados. Las cadenas hoteleras, touroperadores y plataformas internacionales captan buena parte del gasto del turista, dejando un margen reducido para los negocios locales.

Además, este tipo de turismo suele estar asociado a la estacionalidad. En destinos de sol y playa, por ejemplo, la actividad económica se dispara en verano y cae abruptamente en otoño, lo que genera precariedad laboral y presión sobre los recursos durante los meses punta. El resultado es un modelo económicamente potente, pero con desequilibrios significativos, tanto a nivel social como ambiental.

Turismo Activo: Distribución de riqueza y dinamización rural

Frente a este enfoque, el turismo activo plantea una alternativa basada en la interacción directa con el entorno natural y cultural. Aquí, los ingresos se distribuyen entre guías, monitores, pequeños alojamientos rurales, restaurantes de proximidad y empresas de alquiler de material. Esto fomenta el emprendimiento local, reduce la fuga de capitales y mantiene viva la economía de zonas menos desarrolladas o despobladas.

Por ejemplo, en la región de Picos de Europa (España), se estima que el turismo activo genera un 70% de sus ingresos turísticos totales, frente al 30% que proviene de estancias puramente vacacionales. Y lo más destacable es que este ingreso se reparte entre decenas de pequeñas empresas familiares que operan durante casi todo el año, lo que reduce la estacionalidad y permite una actividad económica más estable y sostenible.

Inversión inicial y retorno económico

El turismo activo suele requerir una infraestructura menos costosa que el turismo convencional. Senderos, centros de interpretación, puntos de alquiler y señalización básica son más accesibles que hoteles de gran capacidad o aeropuertos internacionales. Esto hace que incluso municipios pequeños puedan convertirse en destinos competitivos, con una relación inversión/retorno muy favorable.

Además, al tratarse de un turismo basado en experiencias personalizadas y de mayor calidad, el gasto medio por visitante tiende a ser más alto. Un turista activo puede gastar entre 25% y 40% más por día que un turista convencional, según datos de la European Outdoor Group, especialmente cuando contrata actividades guiadas o consume productos locales.

Desafíos y oportunidades

No obstante, el turismo activo no está exento de retos. Requiere una formación especializada, una gestión ambiental rigurosa y una infraestructura adaptada para garantizar la seguridad. También debe equilibrar la promoción con la conservación del entorno, evitando el “turismo de masas” en espacios naturales sensibles.

Sin embargo, su potencial para dinamizar económicamente áreas deprimidas, diversificar la oferta turística y crear empleo de calidad lo convierte en una herramienta estratégica para el desarrollo territorial.

La economía del turismo está en plena transformación. Mientras el modelo convencional mantiene su peso en el PIB global, el turismo activo está demostrando que es posible crecer de forma más equitativa, resiliente y conectada con el territorio. En tiempos donde los viajeros buscan autenticidad y las comunidades exigen sostenibilidad, el turismo activo no solo representa una experiencia diferente: representa un nuevo modelo económico.

Y tal vez, en esa caminata por un sendero remoto o en el silencio de una travesía en kayak, esté también el camino hacia una economía turística más justa y duradera.

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